martes, 28 de enero de 2014

Come

Eran las 6 de la mañana. Tenía a mi hija Camila en las piernas para darle su desayuno. Varias veces traté de despertarla, pero estaba más dormida que yo... y es que ambos, somos de los que se les encienden el cerebro después de que el reloj marca horas de dos números.

Con cuidado le susurraba... "Buenos días mi amor... Despierta... " Nada... Tomé la primer cucharada y la acerqué a su boca... movió la cabeza en rechazo... le dije: "Es tu desayunito..." inmediatamente Camila abrió la boca con desesperación y se inclinó hacia delante para comer lo que le ofrecía... y fue en la penúltima cucharada donde Camila abrió los ojos... No preguntó qué le di... No preguntó quién soy... No preguntó porqué lo hice... Sólo dejó que entrara en su cuerpo... porque conoce la voz de papitoh...

¿Haz dejado que Dios te alimente? ¿Sin tener que despertar? ¿Confiad@ de que tu Padre Celestial está alimentándote con algo bueno? ¿Haz abierto tu boca espiritual y aunque tus ojos no vean, haz permitido que la Palabra de Dios entre a tu sistema? ¿Haz aceptado que Dios te alimente... sin renegar... no entendiendo todo?

Esta mañana me puse a pensar en cuántas veces muevo mi cabeza en rechazo a lo que Dios pone en mi boca... Visiones, ideas, sueños, cambios para mi... Los rechazo, porque como tengo los ojos cerrados, no veo quién me habla, ni qué me ofrece... Y entendí que no siempre debo entender para aceptar a Dios porque si siempre pudiera explicar a Dios, entonces Dios no sería Dios, sino que YO sería Dios y Dios no sería...

Dios nos dejó Su Palabra y aún está dispuesto a susurrarnos: "Buenas, mi amor... Es tu Papitoh celestial... Quiero alimentarte... Sólo abre tu boca... Los ojos los abrirás después..."

"Prueben y vean que el Señor es bueno..."

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