Cuando ya se acercaba, junto a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, regocijándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto, diciendo: "¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!"
Estos versos de la Biblia, narran "La Entrada Triunfal" de Jesús a Jerusalén. Triunfal porque Jesús fue recibido por una multitud en medio de alabanzas, regocijo... y más de 500 años antes del nacimiento Jesús, el profeta Zacarías dijo:
"¡Regocíjate sobremanera, hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Tu Rey viene a ti, Justo y dotado de salvación, Humilde, montado en un asno, En un pollino, hijo de asna." (Zacarías 9:9 NBLH)
Podríamos decir que Jesús lo logró. Era su momento triunfal. Por fin estaba siendo reconocido e identificado con el Mesías histórico esperado... PERO hay algo muy interesante que no puedo dejar de señalar porque creo que está entrelazado y semi-escondido entre líneas.
"Cuando pasaba junto a la bajada del Monte de los Olivos"... Monte donde Jesús esperaría a su traidor. El momento triunfal de Jesús sucede justo en el lugar de su mayor tortura. La celebración por la llegada de Jesús a Jerusalén, sucede en el mismo lugar en el que unas horas más tarde, sudaría gotas de sangre por la increíble presión emocional y espiritual al ver llegar el momento de Su muerte.
Nosotros, que nos auto-llamamos cristianos, necesitamos entender que nuestro momento de mayor victoria es el que nos lleva a reflexionar, actuar y vivir en entrega por amor a los otros. Es en la intersección de la grandeza y la humildad que suceden los más bellos milagros. Es cuando lo poco que logramos alcanzar es sometido a la humildad que Dios modeló en Jesús.
Hoy, usemos cualquier "grandeza" que podamos tener y usémosla para bendecir a alguien... Dios nos lo pide porque ya El lo hizo en Jesús, quien mientras sonreía frente a su triunfo, veía a unas horas de distancia al jardín de Getsemaní como lo más importante y necesario... Su muerte para darnos vida. Su dolor, para tu y yo no tengamos que sufrir. Entregando así Su victoria, para que tu y yo hoy, no vivamos en derrota. Jesús entregó Su entrada triunfal, para que tu y yo tengamos hoy la posibilidad de una entrada triunfal al Reino de Dios.
JUST SAYING!!!
Pastor D
David Pimentel
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