Vivimos en un mundo malagradecido y malcriado donde entendemos que recibimos sólo lo que nos hemos ganado... o sea, lo que nos merecemos. Entramos en una competencia informal, a vida o muerte para ver quién tiene más méritos, o sea, quién merece mejores cosas: Mejor fama, mejor trabajo, mejor pareja... todos deseos buenos... todos regalos recibidos... pero no todos agradecidos.
Con el tiempo, muchos de nosotros perdemos la virtud de dar gracias, adquiriendo una actitud egoísta, aplastante, auto-destructiva y antisocial. Pasamos la vida buscando la justificación por lo cual entendemos que todo el mundo debe servirnos. Quizás entendemos que merecemos todo por nuestro apellido, color de piel, posición económica, conocer a la persona correcta... Imagina lo que sucede cuando CASI TODO el mundo (por ser conservador en el término), vive para merecer TODO cuando le pase por la mente... verás una imagen similar a la que tenemos hoy en nuestra sociedad...
Con el tiempo, muchos de nosotros perdemos la virtud de dar gracias, adquiriendo una actitud egoísta, aplastante, auto-destructiva y antisocial. Pasamos la vida buscando la justificación por lo cual entendemos que todo el mundo debe servirnos. Quizás entendemos que merecemos todo por nuestro apellido, color de piel, posición económica, conocer a la persona correcta... Imagina lo que sucede cuando CASI TODO el mundo (por ser conservador en el término), vive para merecer TODO cuando le pase por la mente... verás una imagen similar a la que tenemos hoy en nuestra sociedad...
En la Biblia hay una historia sumamente impactante y que nos servirá como ejemplo de lo que quiero decir con Merecidos o Bendecidos. Es la historia de 10 enfermos de lepra, que se encontraron con Jesús:
11Aconteció que mientras Jesús iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea, 12y al entrar en cierta aldea, Le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia, 13y gritaron: “¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!” 14Cuando El los vio, les dijo: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes.” Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. 15 Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. 16Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y Le dio gracias; y éste era Samaritano.
Nadie ora más que un enfermo... y más un enfermo desahuciado. Los leprosos no sólo eran enfermos físicos, sino enfermos del alma y corazón. Eran considerados penitentes en su carne de alguna maldición causada por el pecado... propio o familiar. Eran la expresión externa de lo que los religiosos "sabían" que el pecado hacía internamente. Ser leproso era ver el pecado actuar... de manera pública... era comenzar a vivir un infierno aquí en la tierra... debían llevar una campanita para anunciar a todos que, a menos que se escondieran, tendrían que ver por un momento una injusta e incomprendida lección de "pago de pecado"... Nadie oraba más que un leproso... puedo asegurarlo.
10 de estos enfermos, guardando cierta distancia, pero haciendo la respectiva auto-campaña publicitaria, salieron al encuentro de Jesús, no sólo haciendo sonar sus campanitas, sino haciendo sonar su corazón: “¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!”. No era momento de merecer... Era momento de desesperación, era momento de planificar una interacción pública entre la desgracia y la esperanza... la lepra y Jesús... “¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!”.
Jesús, resolvió el asunto rápido... un poco impersonal, pero rápido... impersonal porque Jesús es lejano con el religioso, pero abraza y toca al desesperado a quien sólo le queda la fe. Aún en medio de toda la desgracia que acompañaba estos hombres, Jesús sabía que los leprosos no lo querían a El... sólo necesitaban un milagro... un doctor... un infectólogo... un cirujano plástico... en este momento no importaba... Jesús era la nueva esperanza... la nueva pastilla para adelgazar... la nueva maquinita de hacer abdominales... la nueva faja quema-grasas... por así decirlo... Jesús era el milagrero de turno... Así lo veía la mayoría de la gente... Jesús lo sabía.
Jesús les mostró el resultado de la religión: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes.” Jesús les mostró que la religión lleva a un edificio... a un edificio donde se encontrarían con el mismo sacerdote que los declaró impuros y los confinó a su realidad actual... ¿Para que ir donde el sacerdote? ¿Porqué no aprovechar la atención de Jesús y demostrarle su fe? Ya habían pedido misericordia y eso había llamado la atención de Jesús, ¿Porqué no dar el segundo paso y pedir su milagro a Dios? La respuesta, porque necesitaban que le dijeran LO QUE DEBÍAN HACER y no QUIENES DEBÍAN SER. "Cumplir" con la religión les haría MERECER la sanidad.
"Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios"... Pero uno de los leprosos entendió... Al caminar, 9 de ellos estaban tan enfocados en lo que sucedería al "cumplir con la religión", que no fueron capaces de ver lo que vio el leproso número 10... el leproso samaritano, quien aún luego de ser sanado, viviría una vida de rechazo por haber nacido en el "lugar incorrecto"... Es que los rechazados y marginados de corazón, son los que entienden la gracia de Jesús. 9 leprosos se reintegrarían fácilmente a la sociedad, 1 leproso volvería a su sociedad manipulada y despreciada... pero ese leproso fue el único que regresó y por primera vez hizo ruido para anunciar esperanza y no desgracia. Ruido dando gloria a Dios y no dando gloria al pecado. Se tiró de rodillas y dio gracias a Jesús.
Hay otra historia... no Bíblica, pero igual de útil: Unos padres encuentran una nota de parte de su niño: "Hoy me enteré de que Santa Claus no existe, pero no importa. Muchas gracias por todos los regalos durante estos años."
¿Porqué no dirigimos nuestra gratitud a Dios? Tal y como el niño. ¿Qué tal si hacemos eso con Jesús? ¿Porqué no hacemos como el leproso 10 y reconocemos lo que ya sabemos? Que no merecemos nada... Que todos somos leprosos... Que tal y como a los leprosos le faltan partes de sus cuerpos, a nosotros nos hacen falta partes en el carácter, en nuestros sentimientos, etc. Que todo lo que recibimos es pura gracia... Que el camino de la religión es reglas huecas, edificios fríos y reglas que al ser incumplidas te marginan y te destruyen... Que el camino de la gracia es relación con el Hijo de Dios: Jesús. ¿Porqué no iniciamos el camino de la gracia? Del regalo inmerecido, de la cruz incomprendida, de la resurrección desacreditada, de la ascensión incuestionable... ¿Qué tal si hoy hacemos ruído de Acción de Gracias y nos convertimos en una sociedad agradecida?
JUST SAYING!!!
Dios te bendiga,
Pastor D
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