Ya pasó la tormenta... al menos para los que no tuvimos daños mayores... pero ¿pasó para los que perdieron un familiar? ¿pasó para los que perdieron su casa? ¿pasó para los que tendrán que dormir por días en un refugio? ¿pasó para los pequeños comerciantes que tendrán que dejar de hacer dinero e invertir para rehabilitar su destruido negocio? Aparentemente las secuelas son tan importantes como la tormenta misma.
Como seres humanos, estamos acostumbrados a hacer mucho ruido por la tormenta, y no prestamos atención a las secuelas, escombros, roturas que la tormenta nos causa y que muchas veces nosotros mismos nos acarreamos. Secuelas de odio, desesperanza, escombros de amargura, inundaciones de impaciencia... Secuelas... Secuelas...
Te comparto una historia:
5 Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado allí y supo que ya llevaba mucho tiempo en aquella condición, le dijo: “¿Quieres ser sano?” 7 El enfermo Le respondió: “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras yo llego, otro baja antes que yo.” 8 Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda.” 9 Al instante el hombre quedó sano, y tomó su camilla y comenzó a andar. Pero aquel día era día de reposo.
Esta es la historia de un hombre que estaba viviendo una tormenta... por 38 años... La mitad de una vida... si es que podría llamársele así. Es la historia de un hombre que no sólo pasaba una tormenta, sino que había aprendido a vivir en ella. Era un hombre que estaba cómodo en medio de la tormenta... y las secuelas... habían sentado raíces... En este caso, las secuelas eran peores que la misma tormenta. Por esto la pregunta de Jesús: "¿Quieres ser sano?"
Antes de juzgar a Jesús de indolente o de burlón, creo que hay que poner atención a la intención detrás de la pregunta y a la intención detrás de la respuesta. Mira con cuidado: Jesús pregunta: ¿Quieres ser sano? ... Mira la complejidad de la respuesta. Entre paréntesis te interpreto lo que leo entre líneas:
- No tengo a nadie... (Estoy sólo en el mundo.)
- Que me meta al tanque... (Nadie me carga y me lleva.)
- Cuando el agua es agitada... (Dios agita el agua. El sabe.)
- Y mientras yo llego... (Yo hago lo que puedo.)
- Otro baja antes que yo... (La gente y la vida me roba lo que me corresponde.)
Ante esta fiesta de auto-conmiseración y dolor, Jesús responde: “Levántate, toma tu camilla y anda.”
No quiero sonar indolente. Jesús no lo fue. De hecho la motivación de la pregunta de Jesús no era sólo devolverle la capacidad de mover sus piernas, sino devolverle la capacidad de mover su corazón atrapado entre los escombros y las secuelas de su amargura y dolor.
El cuadro de estancamiento y amargura de este hombre, ya no era sólo un problema para el... era un problema para los alrededores del estanque. Un hombre tirado en el piso por 38 años, acumulando basura, despojos de comida, posiblemente haciendo sus necesidades ahí mismo... ya no era un problema sólo de el, sino de todos los que pasaban, los vivían cerca, los que lo conocían. Por eso Jesús le sanó las piernas, pero además le sanó el corazón: “Levántate, toma tu camilla y anda.” ... Como diciéndole: Te estoy sanando y ahora que puedes caminar... levanta tu camilla y tu reguero... despeja el ambiente y comienza a caminar con nada en tu pasado... Limpie su desastre y camine.
Mi corazón duele por los que han tenido pérdidas en esta tormenta, pero además duele por los que han "superado" tormentas en sus vidas, pero aún viven entre los escombros de dolor que la tormenta les causó.
Quiero decirte hoy que Jesús todavía sana piernas paralizadas... pero sobre todo corazones paralizados y creo que hoy nos dice a todos: “Levántate, toma tu camilla y anda.” ... porque una relación, una familia, un proyecto, una Iglesia no puede avanzar entre los escombros y secuelas del pasado. Hay que caminar y limpiar... A trabajar.
JUST SAYING!!!
Dios te bendiga,