Hace un par de semanas, nos tocó ir a colocar nuestras huellas en una oficina del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos.
Los procesos migratorios generan cierta tensión. El que ha pasado por uno de estos procesos y ha preparado su petición, sabe a la tensión que me refiero. Es una sensación de duda. Es la pregunta: "¿Estará todo completo? ¿Serán suficientes los documentos que deposité?", PERO... en esta oficina, no se respiraba esa tensión. Había un silencio especial, no por respeto sino por expectativa. Todos recibimos un formulario para llenar y entregar cuando se nos llamara por un número de orden que se nos entregó junto al formulario. Nos señalaron el lugar para sentarnos y comenzaron a llamar personas... o más bien, números. Cada persona se ponía de pie, entregaba el número y su formulario, y un empleado de la oficina le señalaba el lugar donde debía dirigirse. Después de completar su cita, salían por el mismo lugar que entraron, permitiendo a los que esperábamos ver su rostro... Ese rostro que veíamos, es el que quiero referirles.
Era un rostro... radiante. Las personas salían con una alegría muda... Era una alegría que no necesitaba palabras. Era una alegría que trascendía lo corporal. Hasta la ropa se la acomodaban saliendo. Habían sido transformados por la experiencia y no eran necesarias sus palabras.
¿Nos sucede lo mismo cuando estamos con Dios? ¿Salimos radiantes cuando vamos a la presencia de Dios? ¿Salimos transformados por lo que experimentamos? ¿Se da cuenta la gente de que has estado con Dios, no por como hablas sino por como actúas?
"29 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, traía en sus manos las dos tablas de la ley. Pero no sabía que, por haberle hablado el Señor, de su rostro salía un haz de luz."
Más adelante en el libro de Éxodo, dice que cada vez que Moisés hablaba con Dios, había un brillo especial en su rostro. Era tal la gloria de Dios y el nivel de cercanía que Moisés desarrolló con Dios, que parte de la gloria de Dios se reflejaba en el rostro de Moisés. Incluso menciona que las personas no querían ni acercarse por temor.
¿Qué tal si la diligencia y esfuerzo que invertimos en cosas plenamente materiales y humanas, la invirtiéramos en buscar y experimentar a Dios? ¿Qué tal si el nivel de alegría y emoción que expresamos por cosas de esta vida, las intercambiáramos y las persiguiéramos como un resultado de nuestra relación con Dios?
¿Qué sucedería si la Iglesia lograra tal intimidad con Dios? ¿Qué sucedería si la Iglesia se acercara tanto a Dios, que parte de Su gloria se reflejara en nosotros? ¿Qué tal si nosotros los cristianos pudiéramos llegar a un nivel de cercanía con Dios en el cual no "tuviéramos" que predicar, sino que la transformación en nuestra manera de vivir fuera tan poderosa que la gente recibiera el mensaje sin palabras?
Si viviéramos para experimentar ese nivel de cercanía con Dios simplemente nuestras vidas serían extraordinarias. Dios no cambia... Dios es el mismo hoy y siempre... Está aún más cerca que en los tiempos de Moisés... ¿Qué esperamos para vivir vidas radiantes?
JUST SAYING!!!
Dios te bendiga,
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