Acabábamos de entrar a la primera charla del retiro anual de parejas al que asistimos. Era viernes cuando recibí la llamada. Mi padre Eladio, había estado sangrando y había sido hospitalizado. Su voz en el teléfono era entrecortada y en un momento... sus palabras dejaron de entenderse porque el llanto lo controló: "Ven David!!!" Me dijo mi padre entre lágrimas.
El sábado no pude hablarle porque no se entendía lo que decía. La falta de oxígeno estaba debilitándolo hasta que el domingo tuvieron que trasladarlo a Cuidados Intensivos y ponerlo bajo un respirador mecánico. Mi madre había recibido la noticia: "Preparen todo. Eladio sólo tiene 24 horas de vida. Es mejor que David venga."
El domingo en la madrugada, me llevaron al aeropuerto y llegué al hospital el lunes cerca del mediodía. Mi madre estaba devastada. Mi hermano estaba como loco. Mi padre... era un cuerpo sin vida, asistido por mil máquinas. Yo... había ido "para dar, no para recibir", tal y como me dijeron unos pastores amigos.
Sentí rabia por no haber venido antes, cuando mi padre llorando me pidió que lo hiciera. Sentí impotencia. Sentí miedo. Me sentí solo. ¿Cómo podría darle fuerza a mi familia? ¿Cómo podría dar esperanza cuando la mía se iba cada vez que veía la respiración mecánica del cuerpo casi muerto de mi padre?
En medio de todo, Dios me dio fuerzas y estaré eternamente agradecido de mi esposa Yokasta quien estuvo conmigo mano a mano durante todo el proceso... Y gracias a todos los amigos y familiares que nos dieron apoyo... ¿Yo? Pude darle... A muchos... Dios nos llevó para dar apoyo a tanta gente... Incluida mi madre y mi hermano... y el resto de la familia.
En medio de la incertidumbre, Dios nos regaló una serie de milagros. Un día recogiendo sangre para transfundir a mi padre, Dios habló a mi corazón y me dijo: "Te voy a sorprender"... Al entregar la sangre a los doctores y alejarme, una enfermera vino corriendo y me dijo: "Ven a ver tu padre con los ojos abiertos..." Dios lo había hecho... Me había sorprendido... y junto a mi... a todos.
Mi padre murió días después... pero no sin antes dejarnos ver a mi padre sonreír, hablar y hasta pelear con las enfermeras... y sobre todo, no sin antes, permitir que mi padre me volviera a ver... tal y como me pidió en medio de su llanto y agonía.
¿La enseñanza? No se... Creo que son muchas... Todavía estoy tratando de entender... Me resta aceptar que yo mismo le pedí a Dios llevarse a mi padre cuando volvió a empeorar. ¿Enseñanza? Sé que mi padre está en descanso con Dios... sin lágrimas... sin dolor... sin enfermedad... ¿Enseñanza? Necesito amar a las personas mientras están aquí... y abrazarlos hoy que pueden extender sus brazos a mi. ¿Enseñanza? LO ÚNICO que importa en estas vidas son las relaciones que llegues a cultivar... Las cosas, son cosas... estorbos... accesorios... Las personas... son lo más maravilloso que Dios ha creado y por eso, al vernos perdidos, envío a Su Hijo Jesús a vivir, morir y resucitar por nosotros.
¿Enseñanza? ... Son muchas... Pero no aprendí de la muerte de mi padre... Estoy aprendiendo de la manera en que vivió.
Gracias por leer.
Continuará...
David
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